miércoles, 16 de enero de 2008

Un error irreparable en el PP

Es un error irreparable justo en el momento en que Rajoy empezaba a remontar. Volvía a conseguir la confianza de ésos que le dieron la mayoría absoluta a Aznar, de áquellos que le llevaron a su primer mandato, pero no, tenía que meter la pata en el último momento. Siempre me he confesado gallardonista, porque creo sinceramente que es uno de los mejores hombres dedicados a la política que ha tenido nuestro país. Un líder a la altura de Pujol, Felipe González, Alfonso Guerra, Rato y Pimentel. Son esas personas que estén donde estén, con más o menos apoyos, se sabe que están ahí y que son decisivos. Soy también de esos un poco más reaccionarios, quizás porque la edad aún no me ha enseñado a sosegarme en algunos aspectos y a confundir el no tener miedo con la imprudencia, pero yo en el caso de Gallardón no aguardaba hasta el 9 de Marzo.No hay ninguna otra persona que haya sido maltratada como él en el Partido Popular en los últimos años, como tampoco lo ha habido más entregado a las decisiones de partido, pero en toda historia tiene que haber un punto y aparte, un cambio de capítulo y es precisamente en él, en Garllardón, en quien millones de españoles veían la persona de vértice de ese centro perdido. Pese a los ataques constantes desde los periódicos y radios que rinden pleitesía a la derecha por intereses propios, se ha machacado constantemente la imagen de una persona que lleva en esto de la política desde su infancia. Media España sospechaba que sus enemigos internos hicieron estallar el escándalo de las comisiones en el Ayuntamiento de Madrid mientras se mantenía el pulso por el número dos al Congreso en la capital del reino, y ahora la otra mitad ya está convencido de ello y le ponen el nombre y apellidos de la abuelita de hojalata que quiere ir por la vida de Hilary y a quien le encanta que la llamen la nueva dama de hierro, pero no le llega ni a una ni a otra.
El problema de toda esta historia es que se veía venir y quienes tenían esperanzas de ver al PP nuevamente en el poder, ven como en apenas veinticuatro horas se ha tirado la toalla en una carrera electoral en la que se va a recordar constantemente a Rajoy que no se puede confiar en alguien para el gobierno de una nación si no es capaz de gestionar su propio partido. Pero se abre un hermosa etapa y aunque soy de los que creen que Gallardón sería capaz de dejar todo y retirarse, dedicarse a lo privado que es mucho más rentable, antes que abrir un nuevo frente político, opino que también debe ser consecuente con la gente que le ha apoyado, con áquellos que le siguen desde sus tiempos de presidente de la Comunidad de Madrid y no todos son madrileños. Muchos de los que componen su equipo son de lo mejor que pasó por Génova 13 en los años de verdadero crecimiento, como Pedro Calvo, gallego de nacimiento y concejal de Movilidad y Tráfico en Madrid, y como él muchos otros.Pero les voy a contar algo para que se hagan una idea desde aquí, desde Almería, de lo que son las formas de gobernar y lo que se pide a cada persona por los cargos que ocupa dependiendo de quien sea el líder. Hace un par de años, en 2006, un director general de deportes del Ayuntamiento de Madrid fue sorprendido por agentes de la Policía Local de esa localidad cuando se saltaba un semáforo. Conducía bajo los efectos de bebidas alcohólicas y aunque en ese momento no era delito fue invitado a presentar su dimisión del cargo público que ocupaba, salida que tomó y que su alcalde, Alberto Ruiz Gallardón, aceptó inmediatamente. Es una historia real, que se puede encontrar en internet y que nos demuestra lo que para unos supone la responsabilidad pública y lo que para otros no.
Almería, con un caso aún más grave, con un concejal condenado a un año sin carné y a seis meses de multa tras provocar un accidente con otros tres vehículos implicados, un alcalde del mismo partido no sólo no invita a que se marche, sino que además da la consigna de que nadie le pregunte por el asunto, porque no contestará.
El español necesita otras formas de gobernar, quizás un panorama como el americano, donde las diferencias en los partidos no sean tantas, sólo borriquitos y elefantes, líderes que eligen a las personas de la calle y no los grupos de poder.

ANÓNIMO

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